Como bien apuntó Parlebás, “el deporte no posee ninguna virtud mágica, puede despertar el sentido de la solidaridad y cooperación como engendrar un espíritu individualista (...) puede educar el respeto a la norma como fomentar el sentido de la trampa. Depende del educador y de la forma de enseñar, que se fomenten o no los valores educativos que indiscutiblemente posee el deporte”.
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