Jugar con la cabeza te proporciona estrategia y la capacidad de adaptarte a las situaciones de juego de una manera inteligente. Te permite reaccionar y anticiparte. Te facilita la concentración en los elementos importantes del juego. Te permite ver esos pases increíbles que admira el público, te hace ver donde está flaqueando el rival...
Pero jugar con el corazón te hace sentir especial. El tiempo desaparece y tienes la sensación de estar fluyendo. La sensación de esfuerzo no es la misma. Es como si desapareciese la fatiga. Sólo sientes pasión por el juego y ello comporta una total fusión con el partido. Para ganar hay que luchar, muchas veces sufrir, cuando las cosas nos salen bien, ser disciplinado y jugar en equipo, entregarse, esforzarse... liberarse del ego y fundirse en el equipo. Caerse y levantarse con más fuerza cada vez.
Porque por mucho talento que tengas, siempre habrá momentos en los que las cosas se tuerzan, en que no salgan como querrías. (...)
Talento y corazón no son contrapuestos. Ambos son necesarios para tener un equipo campeón.
Xesco Espar
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