Tras 15 años como ciclista profesional, Oscar Freire de 36 años, el mejor clasicómano de la historia del ciclismo español, cuelga la bicicleta. En su palmarés en esta categoría acumula nada menos que 78 victorias entre las que destacan tres Campeonatos del Mundo, algo que le equipara a mitos como Alfredo Binda, Rik Van Steenberg o el mismísimo Eddy Merckx.
"Todavía no me hago a la idea que no competiré más. Imagino que en enero o en febrero me llegará la nostalgia". Quince años dan para mucho y los recuerdos se agolpan, buenos y malos.
"¿El mejor? El primer Mundial, sin duda", dice raudo. Y tampoco vacila a la hora de nombrar el peor. "Fue mi salida de Rabobank tras nueve años. No esperaba una salida así; creí que había más confianza. Me sorprendió negativamente tanto a mí como al resto del equipo".
En quince años el ciclismo ha evolucionado y no siempre a mejor. "De cara al espectáculo sigue siendo un deporte bonito aunque ahora es más complicado a la hora de competir. Es más peligroso, más rápido, el pelotón va más junto y la evolución del material y mejora de las carreteras propicia una velocidad más alta y un mayor riesgo de caídas", analiza el cántabro.
Ha visto pasar ante sí una generación (o más) de ciclistas. "Ahora se habla inglés y antes italiano, francés o español. Se ha perdido el respeto entre los ciclistas y el calendario está sobrecargado. El ciclismo ahora es un negocio para la UCI y para los equipos".
El lastre del dopaje persigue a este deporte. Y Freire se ha creado enemigos por hablar alto y claro. En su momento se quedó solo cuando pidió unidad y dignidad entre los ciclistas. No le hicieron caso porque no veían más allá de sus narices. Siempre ha sido un ciclista íntegro y honesto.
"Quizas ha sido lo peor de ser ciclista; tener que aguantar este ambiente, darse cuenta que la noticia no es el resultado sino otras cosas que dañan el ciclismo. No es bonito que te pongan normas no consensuadas y tener que tragar".
Comenzó como profesional en el Vitalicio (España), después emigró al Mapei (Italia) y ya nunca más corrió en un equipo español. "Elegí un camino más difícil porque fuera de España se me valoraba. Cuando empecé a ser un corredor interesante todas las ofertas vinieron del extranjero. Me dí cuenta que no estaba en el sitio que me correspondía en el ciclismo de mi país y fuera, pese a ser extranjero, me valoraban más. No me arrepiento, creo que no me equivoqué".
El ciclismo ha sido su medio de vida pero también le ha enriquecido a nivel humano. "Es que desde que empecé de profesional ya he jubilado a la mayoría. Me voy con un pelotón renovado; igual yo también sobro. Lo que he notado más ha sido el cansancio psicológico, mucho más que el físico. Ya no tengo objetivos a cubrir y el ciclismo te exige estar al 100%. Tanto de cabeza como de piernas".
Es de Torrelavega, como Manolo Saiz. Pero nunca corrió en su equipo. "Antes de ganar el primer Mundial hablamos. Pero los directores siempre quieren hacer negocio, te valoran deportivamente pero no económicamente. Nadie me hizo una oferta interesante".
Con su retirada se marcha uno de los mejores ciclistas españoles de todos los tiempos, nuestro mejor clasicómano, un ciclista excepcional en todos los sentidos y muy querido por el público.
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